El 24 de marzo se conmemoró el Día Mundial de la Tuberculosis y desde el Servicio de Neumonología del Hospital San Juan de Dios de la Ciudad de La Plata y de la Asociación Platense de Medicina Respiratoria han difundido el siguiente informe sobre cuánto sabemos y qué nos falta hacer para controlar la enfermedad.
24 DE MARZO CONMEMORACION DEL DIA MUNDIAL DE LA TUBERCULOSIS
Cuánto sabemos y qué nos falta hacer para controlarla
La TBC es una enfermedad bacteriana que ha azotado a la humanidad desde sus inicios. Sus epidemias exterminaron a gran número de personas y se extendieron por varias décadas. En la actualidad se conoce el agente causal (Mycobacterium tuberculosis-Bacilo de Koch) y su modo de trasmisión, se ha descifrado totalmente su genoma, se sabe cuáles son las personas con mayor riesgo de enfermar, su diagnóstico es de fácil realización y de muy bajo costo, existe una vacuna que se utiliza con eficacia relativa y un tratamiento altamente eficiente para lograr su cura. A pesar de todo esto, aún estamos lejos de tenerla controlada. Ningún país del mundo ha logrado erradicarla.
Anualmente se registran 9 millones de enfermos en el mundo, de los cuales mueren cerca de un millón y medio. Si bien casi la totalidad de estas personas viven por debajo de la línea del Ecuador, no es su ubicación geográfica sino su situación socioeconómica la que los vuelve poblaciones altamente vulnerables.
Desde hace más de 25 años se registra el fenómeno de formas resistentes a los medicamentos habituales, condición que hace disminuir notablemente la tasa de curación. El pronóstico no es alentador ya que la multiresistencia está avanzando con cuadros de difícil resolución. Otros factores que complican esta realidad son las adicciones, incluido el alcoholismo y la infección por HIV.
De acuerdo a lo planteado al inicio de este documento, cabría preguntarse ¿por qué todavía la TBC no puede ser controlada y erradicada? En nuestro país, las respuestas podrían vincularse a un abordaje principalmente centrado en las consecuencias (la enfermedad) y no en la prevención y la intervención en los determinantes sociales que, como la pobreza, la inequidad, la mala nutrición, el hacinamiento, el desempleo, la precariedad laboral, el bajo nivel educativo y la exclusión social, aumentan la posibilidad de enfermar y las barreras de accesibilidad al diagnóstico y al tratamiento, de amplios sectores sociales.
Si bien estas poblaciones resultan ser las más afectadas, por sus condiciones de vida, es necesario aclarar que la TBC no discrimina edad, género, lugar de residencia y situación socio-económica, pudiendo afectar a cualquier persona.
Al parecer los esfuerzos realizados hasta ahora han resultado insuficientes. No sólo debe ponerse el énfasis en la cura sino, y en forma simultánea y coordinada, en la prevención y mejora de las condiciones de vida.
Otro aspecto a destacar es la importancia de realizar los controles de foco, con continuidad, en el círculo de personas más cercanas al enfermo. Del éxito de estos controles depende no sólo la curación del enfermo y posible reinfección, sino la detección de otras personas afectadas quienes, en caso de no ser tratadas, perpetuarían el círculo infeccioso.
Las estadísticas de Argentina del año pasado nos hablan de un promedio de más de 25 casos nuevos de TBC por día y un número de fallecimientos diarios de entre 2 y 3 enfermos. Estas cifras dan cuenta de la seriedad que reviste la situación a nivel nacional.
El Conurbano Bonaerense y C.A.B.A. congregan más del 50% de los casos. De acuerdo a los resultados de la evaluación de la OPS realizada en 2015, era desconocida la evolución del tratamiento en un tercio de los pacientes; mientras que el éxito terapéutico se había logrado en el 73% de ellos, por debajo de las expectativas de la OPS (85%).
El Hospital San Juan de Dios de La Plata junto con el Hospital Dr. Antonio Cetrángolo de Vicente López, son los 2 referentes provinciales. Ambos reciben la mayoría de los casos, especialmente los de mayor complejidad. El primero de ellos cuenta solamente con 6 camas de aislamiento respiratorio, indispensables para evitar que los pacientes internados por otras causas se contagien, restringiendo la capacidad de internación de pacientes con TBC.
La cronicidad de esta patología requiere de gran perseverancia por parte del equipo de salud, el paciente y su entorno. Nunca un tratamiento dura menos de 6 meses; puede durar más, pero nunca menos.
Además, su lento desarrollo hace que los síntomas sean insidiosos. Comienza a instalarse sin generar alarma en el paciente. Un poco de falta de apetito, algunas líneas de fiebre o escalofríos nocturnos o un poco de tos productiva. Por lo general éste llega a la consulta luego de meses de iniciados los síntomas, con 10 kilos menos de peso y expectoración con sangre. El inicio de la TBC, con síntomas difusos, también hace que los médicos poco entrenados en su detección no la tengan presente como diagnóstico presuntivo. Habitualmente se reciben pacientes que consultaron con más de un profesional sin que hayan sospechado la enfermedad. Hay un axioma que tiende a minimizar este aspecto: “TODO PACIENTE CON MÁS DE 15 DIAS DE TOS Y EXPECTORACIÓN SE DEBE ESTUDIAR PARA TBC”. Recordarlo podría optimizar los diagnósticos de manera oportuna y proteger al paciente, su núcleo más cercano y a la sociedad en general. Cuando un enfermo con TBC tose, está liberando gérmenes, está contagiando a otras personas. Mientras no existan estrategias sostenibles las fuentes de contagio no se agotarán y continuarán enfermando personas de TBC.
La TBC aún continúa siendo un gran problema de salud pública. Si bien se cuenta con el acceso gratuito a los medicamentos, el otorgamiento de subsidios por ley provincial y otros derechos, se requieren medidas más amplias. Es de destacar que dichos derechos presentan importantes irregularidades en su cumplimiento. El equipo de salud es una parte importante pero no la única. Su control y erradicación requiere además de las acciones en salud, de intervenciones sobre los determinantes sociales. Dichas intervenciones deben tener carácter intersectorial, interinstitucional e interdisciplinario, fuertemente coordinadas por programas de alcance provincial y nacional que incluyan la participación de la comunidad. Debemos poner énfasis en anticiparnos a la enfermedad, universalizar la cobertura de inmunización, realizar diagnósticos precoces y precisos para garantizar la efectividad de los tratamientos, acompañar a los pacientes en su proceso de curación buscando la disminución del abandono y realizar efectivos controles de foco en su núcleo más cercano. Para esto resulta imprescindible contar con los recursos de infraestructura, insumos y personal necesarios y comprometer el accionar no sólo del gobierno nacional y provincial, sino también de las administraciones regionales y locales para trabajar en forma mancomunada en la lucha contra este flagelo. Si bien existe un Programa Provincial de Control de la TBC, es imprescindible que el mismo cuente con apoyo político y financiero para garantizar, en el marco del derecho a la salud, el cumplimiento de sus objetivos.
Servicio de Neumonología del Hospital San Juan de Dios de la Ciudad de La Plata y de la Asociación Platense de Medicina Respiratoria